¿Qué hora es, Lea?
Desde que nació Gala, la sensación de que el tiempo se ha acelerado es aún mayor.
¿Sabías qué?
Publio Virgilio Marón llegó a Nápoles en el año 48 a. C. y once años después escribió las Geórgicas. De los 2.188 hexámetros que la componen, todos recordamos estos: «Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus» (Pero huye entre tanto, huye irreparablemente el tiempo). Pero él se hizo inmortal.
Lea lleva unos días jugando con un reloj. Así que le pregunté si sabía qué es el tiempo. Lo hice por ver cómo reaccionaba, pero no se amilanó: “El tiempo es controlar las horas”, me respondió con ese alzar ligero de los hombros que usa últimamente cuando piensa que algo es evidente. No quise decirle que eso de controlar las horas es mucho más complicado de lo que parece.
Esa sensación, la de que el paso de las horas durante el día me arrolla como un mamut a la carrera, se ha acentuado desde que nació Gala. El trabajo y las rutinas necesarias para que esa delicada máquina de emociones que es la familia funcione -hacer la compra, poner la lavadora, tender la ropa, otro pañal, dormir a una bebé o negociar con una niña de tres años su outfit, preparar la cena, recoger la cocina, limpiar la casa, ir al parque, cumplimentar los papeles para la matrícula de las escuelas, el cuento de antes de ir a dormir, el cuento de mientras duermo, suma y sigue…- dejan, al cabo del día, poco tiempo para mis dos debilidades favoritas: leer y escribir se han convertido en ejercicios que ocupan los márgenes del tiempo diario, limítrofes, siempre entre el desvelo y la cabezada.
Encontré consuelo en algo que escribió la escritora mexicana Jazmina Barrera en Linea nigra (Ed. Pepitas):
“Escribir cuando duerme. Leer mientras come. Leer libros delgados, que pueda sostener con una sola mano. Escribir a partir de notas que hago en el celular mientras lo tengo en brazos”.
Al leer a Jazmina, pensé en Lucia Berlin. Pensé en su misterio: en cómo se lo hizo ella, criando sola a cuatro hijos, compaginando todo tipo de trabajos mientras luchaba contra su alcoholismo. “Cuando volvía de trabajar, se preparaba una copa, se sentaba en la mesa y se ponía a escribir hasta que nos la encontrábamos allí dormida a la mañana siguiente”, confesó su hijo Jeff. El considerarse ella misma una mala madre fue algo que la persiguió siempre: ser mala madre por buscar esos espacios en los que cristalizar sus vivencias en un buen puñado de buenos relatos. Desde Corín Tellado a Susan Sontag, ese sentimiento de culpabilidad que provoca dedicarse al arte durante la maternidad ha sido una losa a lo largo de la historia de la literatura en las mujeres.
El Tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj (Cap. VII de Alicia en el País de las Maravillas)
Hice otra pregunta a Lea: “¿Cuándo serás grande?”. “Ya lo soy”, me respondió. “Más grande aún”, insistí. “Pues cuando ni tú ni la mama estéis”, respondió otra vez con su característico gesto de alzar ligeramente los hombros: el paso del tiempo definitivo. Para cuando ocurra (ojalá dentro de mucho) espero que algún que otro libro más acompañe a Una vida posible. No sé de dónde sacaré el tiempo… Tiempo al tiempo, como dijo Fito Paez.
La lectura y la escritura durante las m(p)aternidades se convierten en un espectáculo de malabaristas. Es verdad que los libros delgados se abren y se sostienen mejor que los grandotes. Por ejemplo: en este mes y medio que tiene Gala, he podido acabar de leer dos libros como La idea natural (María Negroni, Ed. Acantilado) y Madre de corazón atómico (A. F. Mallo, Ed. Seix Barral), pero no he podido acabar de leerme IT del maestro Stephen King a pesar de que estoy cerca al final porque a ver quién sostiene más de mil páginas con una sola mano mientras con la otra trata de dormir a una bebé de pocos meses que pesa seis kilos. También estoy disfrutando mucho (la poesía nunca se acaba de leer) de los versos de David Delfín en Fermat’s night (Ed. del Genal): “La mirada reveladora… Partir de lo que sucede sin saber qué es y tocar otros signos[...]”.
Es verdad que mi escritura fuera del trabajo se ha fragmentado mucho más. Como Jazmina, escribo cada vez más notas en el móvil, y escribo más notas en los espacios en blanco de los libros y en los espacios en blanco de mi mente.
🎞️ La pantalla
Aún no ha llegado a la cartelera, pero vi este tráiler de Here, con Tom Hanks y Robin Wright y me pareció maravilloso: “¿Cómo vuela el tiempo, verdad?”
📚 El libro
Para no olvidar que el día a día de los/las peques está lleno de aventuras, fantasía, imaginación y sorpresas constantes. Lo podéis encontrar en librerías y en la web de la editorial, Libre Albedrío.
💻 Las redes
La escritora Laura Fernández compartió esto acerca de su hijo adolescente, de cómo dibujar cómics ayuda a Arturo a superar sus miedos y la depresión. Os recomiendo que leáis la columna que publicó en El País.
🎶 La canción
La verdad es que ya aprendí a esperar/Que se escriba sola la canción/Cada cosa en su justo lugar/Dale tiempo al tiempo (Fito Páez)